Cuando era adolescente mi consigna era rebelarme contra todo. Recuerdo que pasé de tener unas notas brillantes a ser una inconformista o como diríamos ahora, a ir contra corriente.
Me importaban un pito la política, la crisis (que en los 80 también la había), las opiniones de los adultos y las riñas de mis padres por no llegar puntual a casa.
Eso sí, no tenía ordenador, ni Play-Station, ni XBOX, ni la Nintendo. Tampoco tenía móvil, pero eso importaba poco para quedar con los compañeros de clase y salir todas las tardes para hablar de lo que íbamos a hacer el fin de semana, de los controles del insti, o de los grupos musicales más alternativos. No nos hacía falta ordenador para contarnos todo aquello que nos preocupaba. Y es que la edad del pavo entonces era eso: una reunión de amiguetes y compañeros de clase que hablaban de sus vivencias y donde lo importante era integrarse en la manada social. De ahí que lo que más nos preocupaba era agradar al resto, sentirnos aceptados por otros iguales a nosotros.
Las cosas han cambiado bastante. Ahora no hace falta salir de casa para relacionarte con los amigos. Incluso los adultos, y me cuento entre ellos, recurrimos a las redes sociales y a los correos para estar al corriente de la vida de nuestros amigos. Hoy, la mayoría no podríamos sobrevivir sin San Google: internet es Dios, si algo existe lo encuentras en la red. Desde internet tienes todas las herramientas a tu alcance para poder estar continuamente en contacto sin moverte de tu habitación. Puedes "colgar" tus fotos o incluso puedes cambiar tu identidad. Las posibilidades son infinitas. Si me lo hubieran dicho en aquella época, hubiera pensado que se trataba de una peli de ciencia ficción. Sólo había visto los ordenadores del aula de informática, antiguallas de complicados programas como el PASCAL, que siempre odié a muerte y que sólo ejecutaban órdenes cuando introducías las instrucciones correctas en el programa que debías realizar tú.
Desde entonces todo ha cambiado a un ritmo vertiginoso, y no sólo la tecnología, sino también nuestros alumnos y su forma de relacionarse. La mayoría de las veces los criticamos pensando que lo tienen todo y lo desaprovechan continuamente con su apatía. Y es que no nos planteamos que el tenerlo todo se refiere exclusivamente a lo material y en muchas ocasiones lo que les falta es afecto o incluso alguien que les dirija cuando hacen algo mal, pues también es señal de afecto el corregirnos cuando nos equivocamos.
A veces pienso que los profesores hemos suplido esas carencias que tienen en sus casas y a mí, personalmente, a veces "me viene grande" esa responsabilidad. Es muy difícil no implicarte cuando aparecen los sentimientos por medio. Las relaciones humanas son así de complicadas.
8 comentarios:
Déu ha mort i l'agulla del temps silenciosament enfila noves esperances, com tu, ben anomenes: sant Google. Sens dubte, amb un tres i no res, podem trobar-nos infinitament envoltats d'amics i amigues però,sens dubte, en la immensa solitud que suposa, un teclat, una pantalla i poc més... Anys enrere, tan humans com tendres, podies sentir l'alé de la persona estimada i ara...
Gràcies, perquè de vegades les paraules són més que mil imatges.
Desde que Nietszche mató a Dios hemos intentado suplirlo de varias formas y ahora le ha tocado a internet ser el nuevo mesías.Sería absurdo no admitir que todos en mayor o menor medida estamos inmersos en ellas.
Gracias por visitar mi blog y dedicarme un comentario tan literario que hace subir el nivel de este modesto blog. A ver si te pasas más a menudo y escribes un poco para "ir rompiendo mano".De ahí a que te crees tu propio blog sólo hay un paso.
Estoy de acuerdo:
La sociedad va cambiando y nosotr@s pasamos de ser adolescentes e inconformistas a ver las cosas desde el punto de vista de los adultos. A mí me viene grande eso de educar a tanta gente a la vez cuando los propios padres no pueden o no quieren ocuparse de sus propios hijos. Suena a chiste... pero evidentemente no lo es.
María José
He de reconocer que muchas veces me esfuerzo más porque las criaturas me dan pena, no tienen la culpa del sistema educativo que "padecen", de la sociedad que les ha tocado vivir y de sus propios padres y entorno familiar.
Tal y como están las cosas, que nos pillen confesad@s para lo que nos queda hasta la jubilación...
Me ha salido dos veces el comentario. Lo sientooo
Tienes razón, vivimos en una sociedad sin principios éticos ni morales -no hay más que ver a los políticos de turno-, cuanto ni más para que algunos padres (no todos), deleguen en nosotros y encima nos culpen de los fracasos de sus hijos. A eso me refería cuando comento que a veces me queda grande.
A este paso cualquiera habla de la jubilación: entre los años que nos quedan y la decadencia de la enseñanza, como no cambie un poco el panorama, lo tenemos realmente crudo.
Me ha encantado esta entrada! Estoy muy de acuerdo contigo en que también hay afecto en corregirnos cuando nos equivocamos... El intentar hacer las cosas lo mejor posible, el tener buena voluntad, el ser humilde y comprender y ser como uno quiere ser es el mejor ejemplo que se le puede dar a un alumno, porque a veces, y aun sin saberlo, esa es la mejor lección que se le puede dar a un chico/a que todavía no sabe muy bien cómo tiene que actuar, y aunque en el momento uno de adolescente se tome las cosas a la tremenda, o no quiera comprender, o simplemente quiera hacer las cosas del revés para ver sus propios límites y los de los demás, más tarde, pasado el tiempo, te acuerdas que esas regañinas o de lo que te recomendaron con buena voluntad y lo agradeces y ahora lo enseñas tú a los que vienen detrás... La verdad es que si no hubiera pasado por momentos de enseñanzas de ese tipo, no sería como soy ahora, y me alegro de que a veces se me castigara, se me prohibieran cosas o se me recomendaran otras... Gracias por todo eso!!! Un bsito! Ana.
Gracias Ana, por entrar y hacer un comentario.Me alegro de que te haya parecido interesante la entrada y de que ahora veas las cosas con esa perspectiva del tiempo y de la madurez.
Comparto tu opinión totalmente: Siempre aprendemos de nuestros errores y con la reflexión del tiempo, intentamos que otros no los cometan.
Aún me acuerdo de cuando os reñía a Esther y a ti (y a las otras también), pero creo que ahora las tres podríamos reirnos toda una tarde.
El tiempo pasa, y afortunadamente, además de hacernos mayores, también nos hace más sabios.
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