- ¿Y si sueña que existe él mismo, el soñador?- le repliqué a mi vez.
- En ese caso, amigo Don Miguel, le pregunto yo a mi vez, ¿de qué manera existe él, como soñador que sueña, o como soñado por sí mismo? Y fíjese, además, en que al admitir esta discusión conmigo me reconoce ya existencia independiente de sí. [...]
Miguel de Unamuno. NIEBLA.