A pesar de las actividades que se montan en torno a este día, seguimos siendo un país donde se lee muy poco. Y no hablo sólo de libros, incluso la prensa, ahora que se puede leer de forma gratuita a través de internet.
Y es que la cultura no vende, por eso no es de extrañar que la mayoría de gente joven se dedique a ir a "realitys" para hacerse famosa y vivir del cuento, engrosando las listas de parásitos de la sociedad, que sin apenas cultura se erigen en príncipes y princesas del pueblo.
En cambio, en Cataluña, aunque a algunos les pese, la tradición del Día de Sant Jordi de regalar un libro y una rosa está bastante arraigada. Me gusta la idea de unir la cultura con la belleza de una flor.Todo un simbolismo.
Iniciativas como ésa se deberían dar a lo largo de toda la geografía, y es que Cataluña nos lleva bastantes años de adelanto en muchas cuestiones. Por ejemplo, en la de fomentar la cultura y, concretamente, su "propia cultura". No es de extrañar que Barcelona esté a la altura de capitales europeas como Berlín, París o Londres. Se han preocupado por estarlo.
No ocurre lo mismo en la Comunidad Valenciana: cada vez son menos las propuestas culturales que vienen de la administración; la cultura sobrevive a duras penas por las iniciativas particulares y, en ocasiones, altruistas de gente que no quiere pertenecer a la masa aborregada a la que sólo interesan las fallas y el fútbol.
Muchas veces en clase, cuando recomiendo un libro de lectura, los alumnos me ponen la excusa de que no tienen dinero para comprarlo; en cambio, sí lo tienen para un paquete de tabaco o para llevar el último modelo de móvil con tecnología blackberry,...
Menos mal que aún somos unos cuantos los que leemos y nos preocupamos también de conocer otros autores más allá de nuestras fronteras. Son pocos los que pueden enumerar autores de literatura francesa, italiana, inglesa, norteamericana o algunas más desconocidas como china, japonesa, árabe, húngara,... Y es que eso es demasiado "snob" para los príncipes y princesas del pueblo. Muchos de ellos no saben quién era Cervantes. Y, desafortunadamente, es el analfabetismo mental y social uno de los valores en auge en la sociedad.